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Romeo y Julieta - (Ballet Araiz)

En una época donde los coreógrafos parecen temer a la sumisión a un texto musical o literario, donde la sola sugestión de una anécdota parece poco recomendable, donde el vocabulario corporal pretende liberarse de las “formas culturales”, esta versión de Romeo y Julieta puede parecer convencional. Y lo es, en la medida en que se sirve del espíritu clásico, que representa un retorno al equilibrio, a la armonía, a un principio ético.
Pero también deja de serlo, desde el momento en que ese equilibrio se rompe, se fragmenta, se distancia, se “expresioniza”.
Toda destrucción de formas provoca nuevas formas que con el tiempo devienen “clásicas”, y éste espejismo representa la liberación necesaria para la renovación de la vida espiritual, psíquica y cultural.
Partiendo de la acción y los personajes, la coreografía de Romeo y Julieta fue construida en la búsqueda de movimientos estrechamente ligados a la partitura de Prokófiev, permitiendo un libre desarrollo de sugestiones y atmósferas.
En el prólogo y el epílogo se encuentran los momentos más abstractos, como dos contrapuntos de despersonalización entre los cuales la acción se inserta, se construye y se desvanece sin definirse ni en el espacio ni en el tiempo. Los temas musicales son los verdaderos personajes: atracción y repulsión – amor y dolor.
 
 
Prólogo
La serenidad clásica del movimiento se disuelve frente a una fuerza dinamizante (una anticipación de Mercucio); las energías crecen y se liberan hasta convertirse en antagonistas. La confrontación es inevitable.
 
Acto I
Escena 1: El dormitorio de Julieta
Es claramente un juego: Julieta, niña, rechaza la revelación angustiosa de su femineidad. La Julieta del espejo, tema esencial del reflejo y la fragmentación, la conduce a aceptar su imagen. La Naturaleza por un lado, y la Sociedad por otro la obligan al reconocimiento; Julieta descubre que es Julieta.
 
Escena 2: El Baile
Ritual mecánico. Toda la superficialidad de una sociedad industrial es portada por el cortejo de las costumbres sociales y morales, representado en un movimiento majestuoso. Simultáneamente, la atracción entre Romeo y Julieta crea un mundo aparte, una burbuja que quisiera escapar a esta mascarada social.
La transformación de la Julieta 1 en la Julieta 2 es un símbolo claro del pasaje de la niña en mujer, y como en los ritos de pasaje en el mundo primitivo, se la “marca” en la piel o se le da un nuevo nombre. Mudanza psíquica y social, las apariencias de Julieta hablan de un reencuentro con el trasfondo mítico, y no de una simbolización esquemática: las tres Julietas permiten confrontar sus diferencias y contrastes. Al final del Baile, la transformación se cumple frente a nuestros ojos, la Julieta amante toma posesión de la escena.
 
Escena 3: El balcón
Realización del núcleo amoroso; el drama se anuda al mismo tiempo que el mito se cumple. Representando la estrecha unión de los amantes, la escena del balcón contiene a toda la pieza. La fuerza decisiva del dúo revela la intensidad con la que Romeo y Julieta llegarán al extremo de su amor.
 
Acto II
Danzas populares
Los bailarines constituyen una especie de coro, un friso que sirve de fondo a lo que ocurre entre Mercucio, Tibaldo y Romeo: una confrontación que desemboca en violencia y muerte. Se trata de una progresión con estructura simple donde todo es arrastrado por el ritmo dramático. La lamentación de la Sra. Capuleto es la culminación de ésta tensión.
 
Acto III
El dormitorio de Julieta
La tercera Julieta asume la dimensión más dramática. Romeo queda limitado a un papel de partenaire. En esta escena se revelan los hondos sentimientos y las relaciones conflictivas de la familia Capuleto. La muerte de Julieta es más psicológica que orgánica: ella se deja morir de soledad y ausencia de amor.
 
Epílogo
La cripta
Aquí se realiza la oposición del mundo de la noche y el mundo de la vida. Romeo reencuentra sus tres Julietas; es decir, alcanza a Julieta, la inalcanzable.
Su muerte es la de tal imposibilidad.
Las máscaras se caen. Una configuración mística se libera a través de una memoria desenterrada. Como si las momias retiraran sus vendajes, sus memorias, sus deseos, sus sueños y se fundieran en imposible sublimación.
 
Esta versión de Romeo y Julieta fue creada por el Ballet del Teatro San Martín en 1970, y repuesta para el Ballet del Teatro Municipal de Río de Janeiro en 1974, para el Joffrey Ballet de New Cork en 1977 y para el Ballet de Ginebra en 1983, siempre con los vestuarios de Renata Schussheim.

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