Avanti a Lui

Notas
Don Carlo - Teatro Colón
Martes 22.9.2015
 
UNA VERSIÓN DONDE NO SATISFICIERON NI PUESTA NI VOCES

Don Carlo, lejos de lo esperado

Por: Margarita Pollini


La propuesta escénica de Eugenio Zanetti ratifica que, en ópera, el esplendor visual no sólo no es garantía de eficacia teatral sino que muchas veces ambos conceptos se contraponen.
"Don Carlo", ópera en cuatro actos. Música: G. Verdi. Libreto: J. Méry y C. Du Locle traducido al italiano por A. de Lauzière y A. Zanardini. Puesta en escena, escenografía y vestuario: E. Zanetti. Coro Estable del Teatro Colón (dirección: M. Martínez). Orquesta Estable del T. Colón. Dirección: I. Levin. (Teatro Colón, 20 de septiembre).

Una de las grandes apuestas de la temporada lírica del Teatro Colón, el regreso del "Don Carlo" de Verdi, no alcanzó en su concreción el brillo esperado, y varios fueron los factores que confluyeron en la decepción. La propuesta escénica de Eugenio Zanetti ratifica que, en ópera, el esplendor visual no sólo no es garantía de eficacia teatral sino que muchas veces ambos conceptos se contraponen. Las referencias pictóricas son numerosas, y entre ellas una es casi omnipresente: el famoso "Jardín de las delicias" de Hyeronimus Bosch; la idea de la utilización de este cuadro, si bien tiene su asidero, no es nada original, ya que sin ir más lejos se la ha visto recientemente en una puesta española.

En la versión del Colón se pone en juego una cantidad de elementos visuales que, más allá de la calidad de su factura (el "fuerte" de Zanetti), no logran suplir la falta de una visión clara ni un manejo más que endeble de la dirección de actores. La plausible decisión de brindar la ópera en dos bloques (con un solo intervalo) apenas logra atenuar el tedio resultante.

Tampoco satisface plenamente el elenco, al que es menester evaluar en su canto ya que el aspecto actoral es aquí prácticamente irrelevante. Más allá de que a dos de sus integrantes les haya tocado reemplazar a colegas de "más cartel" (Ramón Vargas y Violeta Urmana), pareció haber una inadecuación de algunas voces a la exigencia de sus papeles en el contexto de esta versión.

Es el caso de José Bros, el protagonista, que cuenta con un instrumento de buena proyección pero de un color claro y peso insuficiente; algo similar sucede con Tamar Iveri (Elisabetta), cuya performance proporcionó algunos bellos momentos, en especial en sus agudos redondos, pero su centro y graves fueron casi inaudibles.

Béatrice Uria-Monzon, muy recordada aquí por su Carmen de 1994, sonó apagada pese a la energía y convicción que insufló a su Eboli. Fabián Veloz (Posa) realizó una muy buena faena junto con el Felipe II de Alexander Vinogradov; en ambos estuvo lo mejor del reparto. Muy lejos de lo aceptable se ubicó el Gran Inquisidor de Alexei Tanovistski, un bajo de voz prematuramente envejecida y de pronunciación ininteligible. Lucas Debevec-Mayer (Un monje), Iván Maier (el Conde de Lerma), Darío Leoncini (el Heraldo) y especialmente Rocío Giordano (Tebaldo) y Marisú Pavón (la Voz del Cielo) cumplieron muy adecuadamente con sus partes.

La dirección de Ira Levin no contribuyó con la correcta audibilidad de las voces, ya que el forte y el fortíssimo fueron una constante en su lectura, que por otra parte no mostró complicidad con los cantantes ni reveló sutilezas. El Coro Estable exhibió solidez en sus intervenciones. Amén de algún abucheo raudo y un par de ovaciones, el público del Abono Vespertino saludó con aplausos discretos este "Don Carlo", obra de muy complejos desafíos que esta vez el Colón no pudo superar.